“¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.” (Mateo 23:26 RVR60)
Una de las cosas que primero me fijo cuando entro a un automóvil que no es el mío es la limpieza de este. He notado que algunas personas omiten la limpieza del interior de sus automóviles porque tienen la idea de que lo que debe resaltar es el exterior de estos y no el interior. Sin embargo, disfrutamos de los automóviles estando dentro de ellos. El interior de un automóvil es donde uno se puede sentir relajado y en calma mientras uno disfruta de un viaje o mientras uno espera en el tráfico de camino al trabajo. Cuando un automóvil está sucio, tienes más probabilidades de enfermarte debido al polvo y la arena que se acumula en el auto. Una persona con alergias durante un viaje automovilístico es muy probable que se deba a la falta de limpieza del auto.
Podemos ver nuestra vida espiritual reflejada en la limpieza de un automóvil. A Cristo le interesa que estemos limpios por dentro para poder lucir bien por fuera. Pidámosle a Dios que nos limpie de nuestros pecados, que limpie cada rincón de nuestro corazón y que con la limpieza espiritual podamos reflejar a Cristo externamente. A Dios le interesa más que estés limpio por dentro a que estés limpio externamente. No importa si estuviste trabajando en el patio de la casa y estas desaliñado. Lo que importa es que espiritualmente estés limpio. Cuando estés limpio por dentro, podrás disfrutar de paz contigo mismo y con los que están a tu alrededor. Las personas que compartan contigo no sufrirán de alergias espirituales y emocionales porque tú serás reflejo de Cristo y de su amor a todo el que te rodee.
Cuando estamos limpios por dentro, los frutos que reflejamos son buenos y hablan bien de nosotros y sobre todo… del Cristo a quien le servimos.
Dios dice: “…Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo en el corazón.” (1 Samuel 16:7 TLA)
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