Todos en la vida hemos experimentado tiempos difíciles. Son circunstancias que nos hacen ir al desierto. Nos entristecemos, nos enojamos y es posible que mengue nuestra fe. Sin embargo, es en los momentos difíciles donde muchas veces nos conectamos más con Dios. Cuando la vida va bien y todo parece estar del color rosa, muchas veces nos olvidamos de Dios. No adoramos con pasión, se nos olvida que somos polvo delante de Dios y que lo necesitamos en nuestra vida. En Netflix publicaron la película Soul Surfer o Desafío sobre olas en español. En esta película hay una escena maravillosa para mí. La joven Bethany Hamilton está frente al mar preocupada porque no pudo surfear las olas y perdió la competencia de surf. Ella decidió abandonar el surf y le dice a su padre que lo perdió todo cuando perdió el brazo. Su padre le dejó saber que no lo perdió todo, pues tiene vida y una familia que la apoya y la quiere. Ella se preguntaba el propósito con la pérdida del brazo y el padre no le supo responder. Simplemente le recalcaba que no todo estaba perdido y que lo que debía hacer era orar y escuchar la respuesta de Dios.
Esta escena es de mis favoritas pues la vida es como un mar lleno de olas. Cada ola es diferente y tiene su grado de dificultad. Hay algunas olas en las que nos podemos balancear en la tabla que nos sostiene y no caer a las aguas turbulentas. Sin embargo, hay otras olas que nos hacen tambalear e incluso caer si perdemos el enfoque. Miremos a Cristo como la tabla que nos sostiene en el mar de la vida. ¿Qué hacer ante las olas que nos enfrentan? Orar y conectarnos con Dios. Si perdemos el enfoque como le pasó a Pedro (Mateo 14:22-33), nos hundimos y caemos en las aguas turbulentas. En los momentos más difíciles oremos. Cristo en su momento más difícil, también clamó al padre en oración. Seamos ejemplo de Cristo en todo momento, aún en nuestros tiempos difíciles. Oremos los unos por los otros y vivamos confiados de que cada ola, cada problema tiene fecha de culminación. Gloria a Dios porque los problemas no son eternos y gracias a Dios por su fidelidad con nosotros, pues nunca nos abandona.
Una promesa de Dios para tu vida: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jeremías 33:3 RVR1960).
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