A veces uno está tan centrado en obtener lo que uno quiere que uno pasa por desapercibido las señales que Dios nos da, dejándonos saber que X o Y cosa no es para nosotros o no nos conviene. El año pasado, en el 2019, tuve que tomar un curso universitario de preparación para el campo de la docencia. En este tuve que ir a varias escuelas, hacer observaciones, apuntarlas, hacer reflexiones y dar dos clases. Solicité la autorización en una escuela que era la más que me convenía debido a la accesibilidad. La administración me autorizó a realizar mis horas de preparación con una maestra. Me estuvo raro que solamente me autorizaran con una maestra, pues siempre los principales o directores de escuelas autorizan a los estudiantes universitarios a observar a más de un maestro para que la experiencia de aprendizaje sea enriquecedora. Sin embargo, voy a su salón con la carta de autorización para que me permita entrar a su salón. Lo primero que la maestra me preguntó fue si iba a hacer la práctica docente con ella. Yo le dije que no sabía todavía porque tenía que hacer varias observaciones primero. Ella me dejó pasar a su salón, pero percibí en su cara incomodidad y fastidio.
Observé varias de sus clases. La maestra tenía mucha confianza con los estudiantes y en sus clases contaba anécdotas que a los estudiantes les gustaba y hablaba de temas psicológicos. Yo estaba encantada con su clase porque aprendía conceptos psicológicos que no sabía. Uno de mis compañeros de la preparatoria de maestros, que para efectos de privacidad lo llamaré Jacob, hizo las observaciones con la maestra. Ambos tomábamos nuestros apuntes y hablábamos de la buena información que presentaba la maestra. Una vez que hicimos la mitad de las horas, hablamos con la maestra para que nos separara un día para dar nuestras clases. La maestra vio en su calendario curricular y nos dijo que diéramos la clase juntos a finales de octubre. Ambos nos preparamos para la clase, hicimos enfoques parecidos para que ambos grupos estuvieran a la par, sin embargo, hicimos actividades diferentes.
Llegó el día de la clase. A Jacob le tocó el primer grupo y en su clase sucedió una de las señales más grandes que Dios me pudo dar y que no quise ver. Jacob no pudo completar su clase debido a que la maestra no lo dejó discutir los temas que él iba a discutir. La maestra estaba pendiente al reloj y diciéndole que le faltaba poco tiempo, que avanzara a discutir lo más importante. Jacob se veía nervioso y avergonzado. Terminó su clase sin poder culminar la clase como lo había planificado con anterioridad. Mi clase fue parecida porque tuvo el mismo enfoque que la de Jacob, pero con diferentes actividades. En una de las actividades, los estudiantes tenían que pegar franjas a la pizarra. Las franjas caían de la pizarra. Los estudiantes estaban todos en la pizarra tratando de pegar las franjas. La maestra dijo “por esto es que no me gusta este tipo de actividades”. Su comentario me molestó, sin embargo, seguí dando mi clase con entusiasmo. Ella había visto mi planificación de la clase y sabía el tipo de actividad que iba a realizar. Luego, al discutir las franjas me dijo “Mira a ver si te apuras que te queda poco tiempo y no has discutido lo más importante”, dejándome saber que todo lo que había discutido no tenía tanta importancia. Culminé la clase y percibí que la maestra estaba contenta con mi clase y a mí me dio mucho ánimo que mi primera clase fue satisfactoria, pues cumplí con todos los objetivos.
Hablé con Jacob con lo sucedido y Jacob no quería volver al salón de la maestra. Una de las cosas que me dijo Jacob, que sé que fue Dios hablándome y que no quise escuchar con atención fue “Ella no está preparada para ceder el control del grupo. No ha madurado lo suficiente para poder trabajar con estudiantes preparándose para la docencia”. Jacob tenía razón, pero no le hice caso porque estaba contenta con mi clase y veía a la maestra como alguien a emular en el sentido de confianza que ella tenía con sus estudiantes. La maestra no quería darnos otro espacio para dar la segunda clase. Me dijo que me iba a dar el espacio a mí si iba a realizar la práctica docente con ella. Le dije que la iba a hacer con ella y me dio el permiso, pero a Jacob no. Seguí observando sus clases y no me di cuenta del clasismo de la maestra y de su control. En la segunda clase me fue bien también. Estaba feliz con mi curso de preparación de docentes.
Hoy día, me arrepiento de no haber estado apercibida con las señales que Dios me dio que me decían “huye y busca un docente mejor”. Si hubiera atendido a las señales, mi curso de práctica docente en el primer semestre del 2020 hubiese sido diferente, pero fue el peor de los semestres de mi vida estudiantil.
Nota: Pídele a Dios que te dé discernimiento para poder fijarte en sus señales y que te dé la sabiduría para tomar la decisión correcta.
Comments